Reflexiones de un propietario ex-arrendador de viviendas para residencia habitual
Estuve alquilando viviendas desde que propietarios e inquilinos éramos gente que vivía y dejaba vivir. En los años 70/80 del siglo pasado lo habitual era un respeto mutuo entre propietarios e inquilinos, cumpliendo cada uno sus obligaciones. Tuve varios inquilinos alquilados durante "un montón" de años. Casi todos acabaron siendo amigos que dejaron voluntariamente las viviendas cuando se jubilaron y volvieron a su pueblo. Hoy día ese trato es impensable, por eso he retirado mis viviendas del mercado de alquiler para vivienda habitual.
Hoy, aunque en el mercado de alquiler para vivienda habitual todavía deben quedar inquilinos honrados y serios, que cumplen con las obligaciones que han adquirido al firmar el contrato de alquiler, mi experiencia personal es que este tipo de inquilinos es una especie en vías de extinción.
Mi experiencia personal durante los, aproximadamente, 20 últimos años me lleva a clasificar a los inquilinos que he tenido en varios tipos: empresarios, vándalos, okupas y delincuentes.
En comentarios independientes podéis ver una descripción mas amplia de cada tipo.
La característica común de todos ellos es que dejan la casa, muebles y equipamiento destrozados y, o se van voluntariamente cuando ya no pueden vivir en la casa (caso de los "vándalos"), o huyen cuando se sienten descubiertos (caso de los "empresarios"), o requieren un proceso judicial para desahuciarlos que dura largo tiempo.
Por supuesto, antes de que llegue el alzamiento, después de un largo, complejo y costoso proceso de desahucio para el propietario durante el cual éste no cobra el alquiler y además les está pagando los gastos porque "la ley les ampara" y si no pagas dichos gastos y les cortan los suministros, incluso ellos pueden denunciar al propietario "por coacciones" (el mundo al revés).
Y cuando el largo proceso de recuperar la vivienda finaliza (si es que finaliza, que con las leyes actuales lo dudo), después de varios años y miles de euros gastados (sumando tanto los gastados en el propio proceso como los no ingresados por alquileres y los desembolsados por pago de suministros) el propietario comienza otro calvario: primero el consiguiente "desescombro"; luego la reparación integral de la vivienda y finalmente la compra de nuevos muebles y equipamiento para reponer los destrozados (todo ello con otro "montón" de dinero gastado).
Después estas malas experiencias (he sufrido todas las descritas), retiré mis viviendas del mercado de alquiler para residencia habitual. Dado que el problema siempre era ocasionado por particulares, también he retirado todas mis viviendas del mercado de alquiler a particulares. Hoy en día sólo me dedico a alquilar a empresas para que puedan alojar a sus trabajadores desplazados. Hay muchas obras "sub-contratadas" y empresas que desplazan a trabajadores lejos de sus viviendas habituales para realizar esos trabajos que suelen tener problemas para alojarlos durante el tiempo que duren las obras. Las empresas me agradecen la flexibilidad en la duración de los contratos y yo a cambio ofrezco precio razonable, en el que están incluidos los consumos básicos (agua y electricidad).
Lo siento por los inquilinos honrados. Si todavía queda alguno, les sugiero que no esperen nada de los políticos, pues esta situación (retirada de vivienda privada del mercado de alquiler y precios desorbitados puestos por los propietarios que se arriesgan para compensar sus previsibles pérdidas por destrozos e impagos) la han propiciado precisamente los políticos pretendiendo que los propietarios, con nuestras viviendas privadas, suplamos la carencia de vivienda pública en alquiler, que "ni está ni se le espera". Promover vivienda pública en alquiler es obligación de los Gobiernos (ya sean autonómicos, central o municipales) pero para eso haría falta una voluntad política que no hay, y destinar a tal fin una ingente cantidad de dinero. Ninguno de los políticos están por la labor porque la mayoría de los inquilinos "vulnerables" son también problemáticos y fuente de impagos.